PEREGRINAR AZTECA: Partiendo de Aztlán (Parte 1)




Hoy me siento, gracias a un amigo (karnaleiro), un tanto inspirado para contar un cuento fantastico extra -ordinario (sumamente ordinario) que a todos les puede pasar... ¡Qué maravillosa es la narrativa!


No era un día normal, acababa de amanecer y mi despertador decía que era hora de levantarme. ¿Cómo era posible? Apenas son las... una, pensé. Recordando que tenía que cumplir con una tarea, ir a la capital "siglas" para poder presentar un examen de admisión de la universidad "más siglas". Obviamente ya había comprado mi boleto con suma anticipación tratando de prevenir algún contratiempo, tipo "ya no alcancé lugar", en la compañía de autobuses "dos palabras que parecen ser una", así que todo hasta el momento comenzó a ir bien. Me vestí, con la ropa más cómoda debido al calor que hace en la ciudad "animal", ciudad que me vio nacer. Me puse una playera primaveral y un pantalón cómodo que me ayudara a soportar un viaje de 5 horas. Opté por calzar mis amados zapatos deportivos "marca famosa Chuck Taylor", puesto que mis pies ya estaban bien amoldaditos, y debido a que mi peregrinar azteca era incierto, debía calzar lo más desahogado posible para poder encontrar tranquilamente a mi serpiente devorando un águila, mientras que ésta, desilusionada y vegetariana, devora un nopal, ¡Cómo ha pasado el tiempo!

Salí de casa, caminé por la obscura calle. ¡Qué obscuridad! ¡Qué emoción! ¿Qué me deparará? ¡Qué imbécil! ya empecé mal, pensé mientras uno de mis pies pisaba un charco de agua de teneria. Proseguí con mi camino, a pesar de mi gran miedo de que mi pie comenzara a mutar, y en vez de dedos me salieran miles de ojos de pescado, uno nunca sabe lo que puede involucrar el proceso de la curtiduría. Tomé un camión que me llevara a la estación de autobuses, vulgarmente conocida como "central", todo sucedió de manera casi normal como debe de suceder cuando abordas un transporte urbano. Sin embargo, mi llegada fue inopinadamente precitada, caso contrario a mi cultura de la impuntualidad, tuve que esperar en la "para nada acogedora sala de espera de la compañía de autobuses de las dos palabras que parecen ser una pero que sí son dos". Después de haber satisfecho mis necesidades biológico-carnales, abordé el autobús felizmente con mi "para nada nutritivo" almuerzo que la compañía de las "dos palabras que parecen ser una" me dio, haciéndolo parecer un obsequio que para nada es un obsequio puesto que uno lo paga previamente al comprar su ticket, sin el cual no se podría abordar a la compañía de autobuses "dos palabras que parecen ser una", y cuya cuota forzosamente tienes que cubrir sin considerar que pudiendo omitir el coste de ese almuerzo "para nada nutritivo", pudieras comprar alguna otra cosa "una vitamina y un mineral" más sustancioso que aquel que te tratan de "regalar". ¡Vaya ganga!, reflexioné en voz baja. Recordé que mi asiento se encontraba al fondo, llegué a él, me senté, me puse mis audífonos de mi "dos letras un número hombre que camina" marca sueca y me dispuse a cerrar mis ojos para ignorar mi medio ambiente, mismo que no era para nada placentero, ya que tuve que dejarme arrullar por las conversaciones banales de "mis" compañeros de viaje "nada agradables" que sobrepasaban, con sus graves voces, el nivel máximo de audio de mi aparatito mágico reproductor de música y receptor de llamadas. Subía un nivel, hablaban más fuerte. Subía otro nivel, subían su tono de voz. Puse el nivel máximo, comenzaron a gritar. ¡Máldita sea! ¿Por qué hablan más fuerte que volumen de mi "dos letras un número hombre que camina"? ¿Cómo logran percibir el sonido de mi aparatito "marca sueca"? ¿Creen que estoy jugando?, pensé. Idiota de mí, no había conectado los audífonos. Después de analizar mi grado de estupidez, haciendo un algoritmo mental sobre las probabilidades de pasar un examen de admisión, tomando en cuenta que mi coeficiente intelectual no me permitió percatarme de que, el protocolo para poder escuchar música no había sido completado por un paso ridículamente faltante, caí rendido. Agradecí no haber compartido mi asiento con un señor "bien alimentado". Por suerte, él también durmió. Así fue como dejé a mi querido Aztlán en busca de un futuro alentador...
5 Responses
  1. Unknown Says:

    jajajajaj, me pude imaginar perfectamente toda tu descripción de "mil palabras que forman una entrada de blog". jaja desde que te levantas hasta que estás en el camión. Buena descripción de las cosas jajaj. Eso del "ojo de pescado" eww jaja. Nos seguimos leyendo!


  2. Sara Says:

    jajaja Kaworu no manches jaja tus historias todas locas me hacen reir un buen sobre todo porque te imagino contándolas jajaja, tus soniditos y tus ojos jajaja y los dientes. y lo de las marcas es bastante bueno jaja. ya basta es todo.


  3. FernanDo Says:

    Todos hemos pasado por eso, lo peor es ir en un camión yellow something, a la ciudad de la esperanza, los ronquidos, la pestilencia, la gente tosiendo... y todo a las 3 de la mañana...

    Alguien ha escuchado alguna vez un bebé llorando, en un camión apestoso, estridente, incómodo y con insomnio en la madrugada?

    Instintos asesinos despiertan.
    iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
    (psicosis)

    Saludos!


  4. Revis Says:

    Excelente narrativa, muy entretenida je je. De repente algo tan aburrido y banal como un viaje se puede convertir en material literario de gran potencial...Congrats!!


  5. nomade Says:

    No manches uli escribes genial! es la primera vez que te leo pero creo que me tomará más de unas horas terminar de leerte lol porque como que te quedas picado ... picado en el sentido de que quiero leer más ;) buenoooo felicidades y sigo leyendooo


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