EN EL JARDÍN DE LAS FALSAS ROSAS

Eusebia tenía un don especial, el don de gustar, aquel don especial que le permitía hacer cualquier cosa que le viniera en gana. Gustaba a sus padres, gustaba a sus hermanas, gustaba a cualquier joven que, por alguna casualidad prevista, tuviera que compartir el mismo sendero por donde ella transitase. Era Eusebia comparada con las flores más hermosas. Era Eusebia comparada con los pecados más originales. Era Eusebia quién no había disfrutado de su infancia, pues su don la había privado de toda temprana inocencia.


Aunque todo pareciera premeditadamente improvisado, Eusebia no era la culpable de tremendos males que acaecían a todos los efebos del pueblo. No. No era ella, y de eso estaba segura. Era culpa de su don que hacía caer a los mancebos en los pecados más carnales.

El problema surge naturalmente cuando una sociedad se dedica a enjaretar culpas y a eximir por medio de condenas. Es ahí cuando, a través de los ojos del demonio, se puede ver la profundidad del infierno o la trascendencia del cielo.

Eusebia había sabido aprovechar su don tan privilegiado recibido de nacimiento. Sin embargo, una tarde todo cambiaría, así como las flores mal cuidadas se marchitan, dejando ver en sus pétalos la maldad del tiempo y la crueldad de la misma naturaleza que las desampara después de haber sido cortadas. Eusebia sabía que eso no duraría. Que los licores bacantes no existían en la virtuosa vida. Que al crecer tendría que enfrentar sus demonios. Que al madurar tendría que paliar el dolor de estar marchita.

Es así como en medio de la demencia total de sus carpelos, en la cadencia de sus pistilos, y en la mezcla polinizada suscitada en los estigmas de su absurdamente virginal tallo, Eusebia decide partir y refugiarse a su lugar preferido, hacia un jardín pigmentado de rosa donde, cada vez que se sentía sola o humillada, iba y arrancaba una que otra flor rosácea. Hacía algunas pocas semanas que Eusebia frecuentaba ese parterre. A cada paso que Eusebia daba, se aproximaba a ese tapiz lleno de delicadas flores. Era un sueño real. Era una ilusión material. Era un edén de tranquilidad.

Eusebia, eludiendo la cruel verdad de su vida, se refugió en aquella narcosis de bienestar. Sabía que en ella estaba la semilla de un pomo, símbolo del pecado original. La vergüenza que Eusebia debería de confrontar. No obstante, no lo hizo. La lluvia cayó y Eusebia se dejó lavar sus delicadas facciones, pretendiendo lavar con ella todas sus manchas, expiando sus flaquezas, ahuyentando su desasosiego. No pudo. Solamente dejó caer su polinizado cuerpo sobre el tapiz color rosa. El agua fría le helaba hasta los huesos. Era su penitencia, creía ella. De repente sintió un mareo, y con éste, sintió también una intensa avidez por regurgitar. Recordó que hacía tiempo que no comía bien. Últimamente había estado muy consternada por lo sucedido como para aliviar sus otras necesidades humanas, conocidas como el alimento y el sueño. Es por lo mismo que una contracción estomacal no le ocasionó ninguna contrariedad. No había nada que expulsar. Sin embargo, se sentía mal. Recordó también como días atrás sentía una angustia igual. Era la culpa. La reconocía igual. Eusebia se perdió en el tiempo. En ese jardín transcurrían los siglos de manera silenciosa. Eusebia comenzó a temblar, pero ya estaba seca, no tenía frío. No dejaba de temblar. Sus extremidades no respondían, y Eusebia ya no se podía levantar. Es ahí cuando una ensoñación la sedujo. Al virar su mirada, vio su rostro reflejado en el pétalo de una flor. Reconoció su belleza. Eusebia supo que estaba mal, nada de lo que había hecho era un pecado. El don de gustar, pensó. Estaba agradecida. Y en el preciso instante antes de cerrar sus ojos, Eusebia escuchó un muy sutil susurro... Adelfa... y Eusebia durmió.
7 Responses
  1. Sara Says:

    no pues sí, mega-sùper entendible eh. Tus palabras más rebuscadas jeje bueno es tu estilo de escribir, muy bueno por cierto, creo que ya lo sabes. ah qué Eusebia hombre, muy bueno... es que así hay personas es inevitable gustar caray.


  2. FernanDo Says:

    Me gustó, y me encantó esa frase que vincula la crueldad del tiempo con las flores marchitas..

    Se convirtió en flor? era una flor?
    su belleza era como las flores? se vio a sí misma en el espejo de ella?
    cuántas versiones puede dar tu historia amigo...

    Saludos pues..


  3. KaWoRuTaTy Says:

    Muchas gracias!!
    Ps tienes razón, de no haberse llamado Eusebia le habría puesto Sara!! Pocas mujeres pueden darse ese lujo haha SARA PECORA!


  4. Unknown Says:

    Por lo que veo, el mundo de los lectores de blogs rápidamente se dio cuenta de la existencia de tu blog, amigo. Bueno, pues comentando tu historia sobre Eusebia, me parece que a veces ese "don de gustar" llega a ser negativo, porque uno termina hiriendo a las personas a las que uno gusta. Murió Eusebia!! No!!...

    Muy buena historia. Tienes un estilo rebuscado como el del buen Fernandin!! Necesito mi diccionario para poderlos leer!!


  5. KaWoRuTaTy Says:

    Karnaleiro!
    ajam! Eusebia puede tomar la forma de tantas realidades posibles, y sí, una de ellas es tu manera de percibir el argumento con una metáfora entre Eusebia y una flor. Que vida tan más frágil si no la llegamos a regar, y que vida tan más desperdiciada si no la llegamos a domar, reconociendo todas nuestras oportunidades. En fiiin!
    Grax x tu opinión!


  6. KaWoRuTaTy Says:

    haha si! de hecho me inspiré mientra leía un cuento de Baudelaire sobre los dones, se llama "Les Dones des Fées", y pues trata sobre una ironía que ocurre a un señor cuando va a la repartición de dones y un hada otorga el don de gustar como último recurso... si tienes chance de encontrarlo en internt leelo, esta bueno hahaha y pues dije, ¿qué pasaría si la juventud tiene el don de gustar? Al final Eusebia tuvo su único fin que podía tener al cerrarse en su único mundo de la belleza, real o irreal, de ella y de las flores...


  7. Revis Says:

    Muy buena historia ! Vocabulario estilo John je je. La belleza es un don con fecha de caducidad asi como las flores. El don de gustar es uno muy costoso por todo lo que provoca en los demas...


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